27.7.11

Haciendo memoria: Ciclo Fantasma

Con este nombre, pretendemos referirnos a las primeras 3 películas proyectadas en las instalaciones de la Cooperativa -acto inaugural de este su Cineclub-, durante un ciclo que llenó nuestros miércoles de personajes emanados de la obra de lars Von Trier (por duplicado) y Harmony Korine. El hilo conductor en el sucederse de estas cintas, no fue otro que las discusiones al final de su proyección, eligiendo por concenso nuestra audiencia cuál sería el siguiente film. Así el ciclo pasó de su inicio obscuro y sexual con Antichrist de Von Trier, a explorar el trabajo de este mismo director bajo el signo minimalista de Dogma 95 en Idioterna, construcción desde la cual, el paso a la imagineria subersiva de Korine en Julien Donkey Boy nos pareció justa y razonable. 

 No sabemos qué tanto estaría él de acuerdo.

Creo que es justificable tildar a los personajes de esta pequeña selección con el mote de fantasmagóricos, incluso si curiosamente las cintas por sí mismas no tienen mucho que ver con fantasmas, a no ser que ampliemos nuestra definición para incluir entidades un poco menos tradicionales. Y es que fantasma, lo que se dice fantasma, o al menos lo que intentan hacernos creer, es una entidad más o menos antropomórfica, que vaga cobijada por una sábana que nadie sabe a bien de dónde ha sacado (a lo mejor la sábana es el fantasma). Divago por estas líneas con la intención de jugar, por el tiempo que dure esta entrada, a que no es preciso ni ser humano, ni estar muerto para ser fantasma... O quizá sí, y me estoy ganando un jalón de patas de mi abuela o similares.

Ese venado se ve sospechoso.

El caso es, que me resultan mucho más atractivas algunas otras peculiaridades de los fantasmas: como su ir y venir incorporeo que reduce su existir a miradas nocturnas en ojos ajenos. Los fantasmas en este sentido son un otro evanescente, que va y viene, que no se reconoce enteramente como humano salvo en algún parpadeo descuidado que lo acerque demasiado al blindaje de la indiferencia. En este sentido de invisibilidad, los idiotas gozan de una sábana fantasmal de la más fina hechura, al poder deambular a placer entre las diferentes construcciones de lo cotidiano, sin que nadie se atreva a levantarles la sábana, so pena de recibir un buen susto. Es posible ser un fantasma fraudulento, escondido bajo el velo de la incapacidad -según podemos atestiguar en Idioterna- pero siempre cabe el riesgo de encontrarse bajo el disfraz a uno mismo vuelto fantasma (como en el film, durante la fiesta en que personas con sindrome de Down se aparecen para convivir con la comunidad que pretende ser idiota), o de descubrir de la más triste manera que sólo somos invisibles cuando nadie nos ve, y que el velo tampoco sirve muy bien a la hora de parar las más sentidas bofetadas (como descubre al final del film la acrtiz que más sinceramente quería ser evanescente).

                                 Lo cual no quiere decir que no puedan cantar.

Otra peculiaridad poco famosa de los fantasmas, es que estos parecieran siempre tener algun mensaje (un reclamo, alguna nostalgia, denuncia o petición), mensaje que sistemáticamente es rehuido por un receptor esecífico o genérico, vivo por lo común, aterrado por lo general. Sí, lo no visto, pero también lo no escuchado. Y aqui el fantasma no es el muerto, que a fin de cuentas ya nada puede decir, sino el que enferma de palabras por un muerto, hasta que, como en Donkey Boy, la piedad de una hermana (hermana tal cual, no monja) presta escucha a las nostalgias de un hijo que no es suyo. O incluso es posible que nisiquiera el receptor sea el fantasma, sino las palabras mismas. Palabras que rebelan su face de Saturno devorador cuando Werner Herzog (su personaje en esta misma cinta) las forza brutalmente en uno y otro de sus hijos, en los espacios entre ellos, y dentro de ellos; en sus vestidos y sus musculos (caso del hijo mayor); en su vientre (caso indirecto de la hija); o en todo su ser (como con Julien mismo); sin darse cuenta que él mismo está poblado de fantasmas.


                                         Violencia psicológica a todo lo que da.

En ocasiones quizá los fantasmas tengan más que ver con quien cree mirarlos que con una existencia propia, y podemos tener ideas fantasma, o madrugadas fantasma, o recuerdos fantasma, dependiendo de quién rehuya ese mensaje propio. Podemos quizá pensarlo en negativo e irnos armando una colección de sucesos no ocurridos, de posibilidades pasadas, de bellotas que caen sobre una cabaña, otrora feliz, que ahora habitan la ausencia de un hijo muerto, y un marido al que poco a poco se le va desconociendo de su faz humana como en Anticristo. Cada bellota es un fantasma, o al menos lo es en los labios de Charlotte Gainsbourg. Cada polvo es un fantasma en tanto recuerda al orgasmo irrepetible en que el hijo aún vivía y nada se hizo para cortar su caida.

                                                                          La escena en cuestión.


Creo que lo crucial del tema es la mirada, y la escucha del, y para el otro -que es más otro mientras menos se me asemeje- y que en este sentido las tres cintas son una aproximación sin concesiones a la vivencia de ser como alguien en cuya posición de buena gana jamás nos pondríamos por nosotros mismos. Colocarse en esa posición, en el papel de una madre sádica y culpable; o de un hombre retrasado y pobre, receptáculo de una violencia que aveces escapa hasta a las palabras; o de un grupo organizado para dejarse ir en la pretensión de la imbecilidad, acercan el camino para reconocerse a uno mismo en eso que nos es insoportable.

 Vaya usted a saber qué hayan visto.

2 comentarios:

  1. ¡Pero que bonita remembranza! Ha sido un placer y disfrute compartir, y no huir de todos esos fantasmas.

    ¡Más cine por favor! .... (o, no films no life)

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  2. los fantasmas son medio mensos en buena compania....

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