Durante el pasado mes de Julio, Cineclub Tzikbal tuvo el gusto de ofrecer a sus cineadictos el ciclo “Música en el cine, Cine en la Música”. Si bien, proyección a proyección hemos parloteado sobre el lazo que a nuestro entender une ambas temáticas, nos hemos quedado con las ganas de reunir todas estas reflexiones sobre el ciclo, película por película, y qué mejor que con una entrada en nuestro bienamado blog, haciendo de paso un recuento de lo compartido con todos ustedes dueante el mes pasado. Pensando en nuestro slogan para este ciclo: “escuchar el cine y ver la musica”, ahora los invitamos a leer algo sobre su intersección.
Nuestra primera intención, fue presentar una relación menos evidente que aquella usualmente ofrecida por los muchos ciclos con esta misma temática: no presentar ni ficciones musicales, ni musicales propiamente dichos... ni The Wall, de Pink Floyd. Y es que la música es un elemento narrativo presente en todo cine, incluso desde las dinosauricas proyecciones de la época muda, la musicalización jugaba un papel no poco importante en la experiencia de ver una película. La tecitura emocional de muchas cintas está apoyada en mayor o menor medida en los acordes que la acompañan, provengan estos del instrumento que provengan. ¿Nos preguntamos si por ejemplo el emperador de la Guerra de las Galaxias sería tan amenazante sin la cancioncita que lo acompaña? ¿Cómo sabríamos en qué parte de las peliculas de Disney llorar? No obstante lo eficaz de este mecanismo, hollywoodense a más no poder, pareciera tratase sólo de poner a la música al servicio del cine... a menudo en detrimento de ambos. La otra cara de la moneda, son aquellas películas en que la trama parece un mero pretexto para ponerse a cantar, agitar las manos de manera extraña y usar vestuarios extrafalarios (Moline Rouge, Grease, Glitter por ejemplo).
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Cuando pensamos en este ciclo, quisimos salvar nuestras almas de ambas tendencias, en que a fin de cuentas ningún diálogo se establece entre estas dos formas de producción artística: cine y música. Nuestra intención al seleccionar las películas para este ciclo, fue explorar una relación de iguales entre ambas disciplinas, en que no se privilegiara ninguna; buscamos presentar un cine en que se tomara en serio a la música, sin usarla directamente como tema, ni como muleta emocional, y en que además, la musicalización fuera excelente (rock and roll!!!).
Para cortar el liston tuvimos nada más y nada menos que a Nimrod Antal, con su filme Kontroll (al parecer el único respetable en su haber... también hizo Depredadores), que narra las peripecias subterraneas de un grupo de empleados del metro húngaro encargados de verificar que los usuarios efectivamente tengan boleto. Más allá de la belleza de Bootse y Ezster Balla (tema que abordamos en ESTA otra entrada), la selección de música electrónica que en todo momento acompaña las escenas (escenas de lo más dinámicas y divertidas por sí mismas) fue hecha específicamente para la película, y representa un soundtrack de lo más recomendable, salvando el hecho de que los nombres de los diferentes tracks son húngaramente ilegibles. Sobre la película en sí, resulta interesante que haya sido grabada in situ, buscando presentar lugares que los usuarios del metro generalmente no vemos (los túneles, los megaventiladores, etc.). La película se desarrolla en todo momento bajo tierra, ilustrando simbólicament la condición del protagonista, que vive un descenso alegórico permanente en que su identidad y la dimensión de sus actos comienzan a escapársele... hasta ser rescatado por una mujer vestida de osito. Otro punto a destacar es el peculiarísimo humor de los húngaros: humor negro en serio, a menudo obsceno, persistentemente pesimista, pero solidario a su manera.
Para muestra....
Hablando de humor negro, The Leningrad Cowboys -Los Vaqueros de Leningrado- vaya que también tienen lo suyo, aunque con un estilo bien distinto. Esta película del director finés Aki Kaurismaki fue la segunda en nuestro ciclo (AQUI el enlace), despliega una manera de hacer reir desde lo evidente y absurdo, que en un contexto donde es prácticamente imporsible ver a ninguno de los personajes mostrar expresividad -ya no se diga sonreir- resulta de lo más eficiente y atractivo. Y tocando aquello de lo inexpresivo, pareciera que esta aparente falta se compensa con los extrafalarios atuendos de los personajes: copetes que harían sonrojar a Jarmush (quien por cierto tiene un cameo en la peli, y es amigo de Aki), botas igualmente picudas, y lentes de sol para toda ocasión; curioso en un país donde rara vez hay sol, situación que por otra parte es perfectamente congruente con lo lacónico de la cinta. Por otro lado, la cinta hace evidente las relaciones de clase entre sus personajes, al grado que a los que les toca estar del lado jodido de la balanza acaban plenamente identificados con México, donde por cierto su música originaria pareciera tener mucho más sentido.
Y al parecer uno puede beber tequila directamente del maguey.
I'm not there plantea sin embargo la relacion, de clases, de sexos, de razas, de edades y vaya usted a saber qué más usando la figura de un ícono del rock: Mr. Bob Dylan. Esta es quizá la peli que mejor ejemplifica la intención que quisimos darle a este ciclo. Pero eso será material de nuestra siguiente entrada, mismo blog, mismo cineclub... los esperamos!!!!
¡Fue un muy buen ciclo! :)
ResponderEliminar¡Nos gusta que te guste! Nos seguimos viendo en las próximas funciones.... ¡También seguimos en contacto por acá!
ResponderEliminarPerdón por tardarnos en contestar tu comentario. :D